UNA LETRA EN EL OCÉANO

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domingo, 17 de enero de 2010

Si nos dejan...





".. ten mucho cuidado de no ser feliz, porque si eres feliz, ¿de qué vas a hablar con todo el mundo?.

La envidia, dicen los que entienden, es el pecado capital de los humanos y a estas alturas de mi vida estoy totalmente convencida.

La envidia no es otra cosa que un signo de mediocridad, de ridiculez, de vida vacía, un cúmulo de miedos a seguir creciendo, por querer saber lo que el otro es y saberse inútil (no siempre de serlo, pero si te lo crees, lo eres por obviedad), de no tener reaños para hacer algo que otro hace. La envidia se convierte en halago para el envidiado y esa es la mayor pena para el envidioso, su castigo.

Es cierto, hay personas que por ver un tuerto son capaces de saltarse un ojo, son capaces de sufrir, con tal de ver que el vecino lo pasa mal, pero lo realmente triste es que lo malo siempre cunde porque lo malo es creible. Pero... ¿por qué la gente cree lo malo antes que lo bueno?. ¿Por qué abrimos los oidos a gentes que sabemos que no sale otra cosa que hiel por sus labios?.

Siempre me lo he cuestionado y he llegado a una conclusión: "lo hacen para sentirse alguien, para que se les escuche porque de otra forma pasarían desapercibidos y la vida se olvidaría de ellos, para sentirse superiores sin ni siquiera poder soñar el serlo", superiores al resto que peca, y lo hacen porque son incapaces de ser felices y odian ver que otros lo son sin tener que saltar sobre el cadáver de su amigo. Sus velados, grises y manchados ojos tienen que ver las agallas que ellos no tienen para llevar su propia vida, la realidad espesa que los aplasta, nuestros arrestos les duelen y les devora la envidia, una envidia que han de tragarse muy a su pesar delante de nuestros ojos y se la tragan cucharadita a cucharadita creándoles la hiel maldita con la que bautizan a sus presas; se consumen en la miseria, en las ganas de ser como ellos, y son esas mismas ganas las que fabrican el fango en el que la otros, gente honrada, se hunden, nos hundimos.

La envidia es el pecado capital de los humanos, efectivamente,estoy totalmente convencida, aunque me ha costado casi una quinquena el darme cuenta de ésto. La envidia se hereda, viene "de cuna", estoy segura y es la única que nos lleva a la crítica destructiva, esa que se escapa de toda lógica porque como personas individuales que somos, tenemos absoluta capaz de decisión sobre ella, pero sólo sobre la nuestra y, mientras no nos metamos en el límite de lo ajeno, con ella haremos y desharemos a nuestro antojo lo que nos plazca, porque es nuestra, y porque no tenemos más que una para ser vivida y la vivirémos intentando ser feliz conscientes y consecuentes con nuestros hechos, con nuestras decisiones y con todo lo que ellas nos traigan de la mano.

La envidia crea imágenes creibles para todas las almas envidiosas, esas almas que están cansadas de su pura desidia, de no hacer nada por salir, sólo quejarse de que los demás salgan. No se mueven, no trabajan, no se forman, no sacrifican nada en su vida por algo que les curta, pero luego les duele los que sí lo hacen y obtienen sus resultados. Desgastan sus vidas en el día a día lleno de telenovelas y chismes que les ponen la boca "como una flor machacada", como decía García Lorca en su obra "Yerma", y les molesta que otros salgan; se crecen en sus mentiras y aparentan sentirse importantes, voladores del mundanal espacio de gente podrida, huyendo sin saberlo del hedor que de ellos mismos emana. No saben que, aunque caídos, derrotados por sus voraces lenguas viperinas, sibilinas en la mayoría, es su "mierda" el maná que nos ayuda a seguir siendo como somos, porque nos gusta ser fieles a nuestros conceptos, a nuestra moral (sea cual fuere), a nuestra familia, a nuestros verdaderos amigos, compañeros, a nuestros colegas, a los amigos de nuestros amigos, ser, en suma, nosotros mismos aunque sólo sea por no parecernos a ellos.

Entiendo el desahogo de un daño sufrido o de una tristeza entre dos amigos confidentes; entiendo las voces (aunque me asustan las voces) entre dos personas arreglando una herida que les duele; entiendo otras muchas cosas, pero no entenderé jamás una crítica malsana, no a aquel que la emite, pero mucho menos a los oídos que la creen y encima la transmiten.

Nosotros somos dueños de nuestras vidas. Nadie, absolutamente nadie somos dignos de evaluar ni de juzgar la conducta de alguien porque no sea la nuestra. "La realidad no es como se manifiesta, sino como se vive", porque para entendernos "tendríamos que caminar diez leguas con los mocasines" de aquel que criticamos y porque nuestra vida es nuestra siempre que se respete al que se tiene delante.

Os voy a poner dos ejemplos que me vienen a la mente.

UNO: Un día invité a almorzar en casa a una pareja amiga. Los conocí en la Facultad, él era becario de un departamento, simpático, trabajador y honrado, de raza negra, un día leyó uno de mis escritos y a raíz de ahí hicimos amistad; ella era buena, humilde, dulce, de raza blanca y tan sólo la vi tres veces que fueron como toda una vida por la belleza de su alma y su cercanía. En la sobremesa sobrevino una conversación sobre religión. Ella era evangelista, él musulmán y yo católica. Yo adoro a ese matrimonio porque, como el resto de gente que me rodea, son gente para admirar en todos los ámbitos de su vida y en el desarrollo de la charla yo les preguntaba: ¿Acaso mi Dios, tu Allah o tu Yahveh nos castigarán a los otros dos por no profesar su religión? Aquí estamos los tres, felices de reunirnos y compartir una buena tarde. Los tres procuramos hacer nuestras vidas sin meternos en la del resto, los tres amamos a la gente y procuramos hacer el bien que podemos, los tres somos trabajadores y luchamos por nuestra familia, por amigos y conocidos, nos formarnos día a día un poco más para entender más y servir mejor a la sociedad a la que pertenecemos, ... ¿Entonces dónde está el fallo? ¿Dónde el delito? Seguimos las religiones que por tradición nos han sido impuestas y con las que ahora comulgamos de una forma consciente. ¿Entonces? ¿Dónde está el delito que le haga a ese gran mi Dios, tu Allah o tu Yahveh castigarnos por no seguirle?. Nadie tenemos la verdad en nuestras manos y por tanto, nadie tiene el derecho a una crítica destructiva.

OTRO: El día 30 se me casa una buena amiga; el hombre de su vida, como dice la canción que más abajo podéis escuchar... se llama Claudia. Muchas son las críticas que hay al respecto en la sociedad, y a pesar del aperturismo que existe en algunos sectores, otros, desgraciadamente se dedican a criticar este tipo de matrimonios. Pero ¿quién los juzga? ¿Quién tiene derecho a juzgarlas? ¿Quién las aloja cuando no tienen casa? ¿Quién les da trabajo cuando les ha faltado? ¿Quién viene a consolarlas en sus tristezas? ¿Quién a abrazarlas cuando se sienten solas? ¿Quién mira el mar junto a ellas y les echa una mano cuando se derrumban? Entonces... ¿Quién tiene derecho a juzgar si está bien o mal el camino que ellas elijen? Son jóvenes, guapas, seguras de sí mismas, trabajadoras incansables, mentes sanas abiertas a ayudar a quien lo necesita... ¿Puede decirse lo mismo de algunos de los que a veces las juzgan? A menudo vemos gente sin escrúpulos en los que su casa y todos los que hay en ella quedan muy lejos de sus deseos, de sus expectativas, de su corazón y de su cama, gente a la que no les importa nada, gente en muchos casos de sexualidad ambigua y envidiosa de la felicidad que tienen ante sus ojos por no haber tenido valor para escuchar a su corazón y a su propio cuerpo cuando debieron hacerlo, y se han metido en matrimonios cuyas mujeres o maridos les dan asco porque no es eso lo que ellos desean. Ellos aparecen ante el resto de los humanamente correctos como personas sensatas, que "no deben ir al psicólogo porque ellos no están enfermos" ni necesitan ir al psicólogo (¡¡¡Dios!!!), esos que no aparentan pero que se mueren de ganas de tenerlo cerca porque realmente su vida no tiene sentido en este lado de "su acera" y que desean a alguien de su propio sexo igual que la lluvia busca la nube donde albergarse pues sin ella no podría existir, y a veces se deciden, lo buscan y a escondidas cumplen su sueño. ¿Eso es mejor? Todos conocemos unos cuantos casos.

¿Alguien puede decirme dónde está el daño que hacen dos chicas o dos chicos con amarse? ¿Quién puede meterse en el corazón y en la vida de dos personas que se aman? Cuando se quiere a un amigo, a un conocido lo que nos apetece es verlo atendido, respetado, feliz. Si realmente nos importa la persona y la vemos dichosa ¿A quién le importa con quién decida compartir su vida y su cama? ¿A mí? ¿A vosotros? ¿Quiénes soy yo o vosotros para juzgar a nadie? Sólo la perfección tendría la osadía de hablar, pero ¿qué es lo acertado y qué lo perfecto? ¿Alguien puede tirar la primera piedra?. Todos tenemos la perfección en nuestra mano porque es la nuestra, así que el que vea mal este tipo de relaciones... que la tire, que aquí estaremos los demás haciendo de escudo y con esas misma piedras haremmos los que las queremos, su pared, como dice Ana Torroja, una pared que servirá para guardar el calor de su propio hogar, para seguir viviendo su amor con el mismo respeto o más que el que se profesan a veces muchos matrimonios heterosexuales. ¿Alguien se ha cuestionado el camino que han de atravesar para llegar a donde han llegado?



Pues felicítenlas y déjenlas vivir felices ¡¡¡Paca, Claudia... desde aquí mi cariño, mi amistad y mi más sincera enhorabuena por vuestro enlace!!!



Yo no tengo duda, la crítica es un invento de la mente enviosa para justificar sus propios miedos y su propia mediocridad.


"... Pobres de los que quieren ser y no se atreven a conquistar por sus propias limitaciones"

Un beso.

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