UNA LETRA EN EL OCÉANO

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jueves, 11 de febrero de 2010

Érase una vez los funcionarios...

Acabo de llegar a casa y he decidido mirar mi correo antes de irme a dormir. Ahora quiero compartir con ustedes algo que encontré en uno de los emails recibidos, por si alguien tiene alguna duda de lo que se piensa por ahí. Es un artículo editado en el apartado de opinión del diario de Mallorca (diariodemallorca.es), titulado Tiro al funcionario, cuyo autor es: José Carlos Llop.

Como decía mi abuela... como muestra, bien vale un botón. Lean, lean y, sobre todo... si usted es funcionario... opine, porque será lo único que le dejen hacer (por ahora).

Ya lo decía Francisco de Quevedo, allá por el siglo XVI:

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO



Tiro al funcionario



JOSÉ CARLOS LLOP

"No sé qué banco, ni quiero saberlo, ha propuesto que el gobierno baje el sueldo de los funcionarios hasta el índice que tenían en el año 2001. Me parece estupendo. Es más: considero que el banco en cuestión se ha quedado corto. Que ha sido demasiado generoso, vamos. Yo, de paso, les aumentaría las horas de trabajo –creo que doce al día es un buen número– y suprimiría las pagas extraordinarias. Total no van a tener tiempo para gastarlas. Porque de las vacaciones pagadas hay que empezar a despedirse. Rapidito.

Es necesario regresar a la época en que no había vacaciones anuales, no sé en qué estarían pensando esos banqueros. Esto, para empezar. Porque después convendría ir tomando otras medidas. Por ejemplo uniformarlos. Si les ponemos un bonito traje a rayas, los tendremos controlados a todas horas. Y si se les ocurre salir a la calle en horario de trabajo, los corremos a gorrazos y los devolvemos a su mesa. Si en el empeño se le va a alguien la mano y hay una nariz rota, pérdida de un ojo, incluso, que sé yo, un muerto, tampoco hay que escandalizarse: sólo son funcionarios. Y todo esto –piénsenlo bien– aliviaría mucho las tensiones que produce la crisis económica. El funcionario es un servidor público y como tal ha de servir para algo. De putching-ball no está mal: al menos, rinde.

Pensándolo mejor: la crisis es de tal magnitud que habría que militarizarlos. A todos. De esta forma no podrían rechistar ante la aplicación de las medidas citadas. Arresto en la oficina y pérdida de sueldo de quince días sería la pena mínima. Luego habrá que ir pensando en traslados forzosos a Lanzarote o Hierro, por ejemplo, que hay muy buen clima, o sea que a no quejarse. No es una sugerencia, es una necesidad imprescindible. Hay que salir de la crisis y está claro que la única medida –la única, subrayo– que va a salvar la economía española es la reducción de los sueldos funcionariales y la movilidad a patadas del funcionario. Que esos sueldos lleven tiempo en la nevera –con un 0´3% de

Aumento este año– es lo de menos. Hay que bajar las temperaturas: retrotraerlos a la era glacial. En un par de años, todo arreglado. Cosas parecidas se oyen por ahí. En tiempos de bonanza económica y gran negocio, el funcionario es un desgraciado, un inútil, un parásito que no sirve de nada y ha opositado aspirando a la seguridad de un sueldo fijo, el pobre diablo. No es emprendedor, ni osado, ni enriquece la sociedad que habita: ése es el pensamiento generalizado. Y quien no lo haya oído materializarse en palabras, lo ha visto en la mirada o en el gesto de más de uno. Que el tinglado se aguante gracias a los funcionarios –como se aguanta gracias al resto de la clase media– no importa a la hora de vituperarlos. Pero en tiempo de crisis, el funcionario pasa a ser un listillo, un gorrón que no se merece lo que tiene. Da igual que mientras duró la bonanza se hiciera befa de su sueldo; ahora resulta que es un buen sueldo: es seguro y eso basta. Por tanto que se les congele ya. Qué digo se les congele: que se les sumerja en la Siberia de los años 30, a ver si aprenden de una vez quien es el que manda aquí. Nadie se pregunta si ya lo están –congelados, quiero decir– que por supuesto lo están; prácticamente y desde hace años. Y eso, lo de jibarizar las cuentas del funcionario, lo dice gente de todo tipo, pero donde más llama la atención es cuando lo dicen profesionales liberales, empresarios y algunos despachos –de banco o no–.

O sea, los que siempre declaran a Hacienda todo, absolutamente todo, lo que ganan. Los que cargan gastos personales a su empresa. Los que nunca hacen trampas, ni urden artimañas para evitar al fisco y por eso las arcas del Estado van boyantes, con crisis o sin ella. En fin, mejor callar, ¿no? ¿O hablamos de las ayudas del Estado para tapar agujeros de esos bancos que ahora dan lecciones de cómo hay que tratar al funcionariado? ¿Hablamos de las declaraciones negativas de gente que gana un dineral? ¿Hablamos de beneficios anuales? ¿Hablamos del dinero que no tributa? Porque no es ése el que cobran los funcionarios, precisamente. Que, por cierto, también pagan impuestos y no tienen caja B o cómo se llame a eso ahora, ni cajas fuertes, ni más cajas que las de sus zapatos, en fin.

Nadie ha dicho nunca que la vida sea justa, porque no lo es. Debería serlo y ésa es una noble aspiración humana desde que el tiempo es tiempo. Pero... el funcionario lleva desde la primera Reforma Suárez perdiendo capacidad de gestión y de veto –de observación de la ley– en la Administración, y viendo medrar al nuevo funcionario con carnet de partido. El funcionario lleva años oyendo hablar de la corrupción de los funcionarios públicos para referirse a políticos que jamás han sido funcionarios de carrera. El funcionario tiene que oír

de vez en cuando la cantinela de "lo consulté con los técnicos del departamento", cuando nadie consultó nada con esos técnicos. O sea que un desaire más –por decirlo finamente– no es que importe mucho. Que se les congele el sueldo si eso ayuda a combatir la crisis –que no creo–, pero que nadie se ponga medallas a costa de la nómina funcionarial y su vuelta forzosa a los tiempos del cuplé. Sobre todo los que no sólo no hicieron nada para impedir esa crisis, sino que contribuyeron –en la medida que fuera– a provocarla. Aunque ahora se hinchen la boca con sus magníficas –y tan originales– soluciones."

La verdad es que se pone el vello de punta previendo lo que nos espera.
 
Como decía en sus viñetas el genial Forges... ¡PAÍS!
 
Yo, mientras pueda, sigo con mi propia fe, y pido a Dios que me dure muchos años 
 

martes, 9 de febrero de 2010

Un ángel en el cielo

Irena Sendler o Sendlerowa (Varsovia, 15 de febrero de 1910 - Ibídem, 12 de mayo de 2008), conocida como «El Ángel del Gueto de Varsovia», fue una enfermera polaca que durante la Segunda Guerra Mundial ayudó y salvó a más de dos mil quinientos niños judíos con riesgo de su vida.

Irena Sendler


La madre de los niños del Holocausto

«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad.»

Irena Sendler, salvó a 2.500 niños del Gueto de Varsovia.

Cuando Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual llevaba los comedores comunitarios de la ciudad. Allí trabajó incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores no sólo proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres sino que además entregaban ropa, medicinas y dinero.

En 1942 los nazis crearon un gueto en Varsovia, e Irena, horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, Zegota. Ella misma lo cuenta: "Conseguí, para mí y mi compañera Irena Schultz, identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Más tarde tuve éxito en conseguir pases para otras colaboradoras. Como los alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto."

Cuando Irena caminaba por las calles del gueto, llevaba un brazalete con la estrella de David, como signo de solidaridad y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él. Muchas madres y abuelas eran reticentes a entregar a sus niños, algo absolutamente comprensible pero que resultó fatal para ellos. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la muerte.

A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del gueto en el verano de 1942, consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos caminos: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.

Irena quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales y sus familias. Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades.

Los nazis supieron de sus actividades. El 20 de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la infame prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja encontró una estampa de Jesús Misericordioso con la leyenda: “Jesús, en vos confío”, que conservó consigo hasta el año 1979, momento en que se la obsequió a Juan Pablo II.

Ella era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos. Soportó la tortura y se negó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos. Fue sentenciada a muerte. Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un "interrogatorio adicional". Al salir, le gritó en polaco "¡Corra!". Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes, e Irena continuó trabajando con una identidad falsa.

En 1944, durante el Levantamiento de Varsovia, colocó sus listas en dos frascos de vidrio y los enterró en el jardín de su vecina para asegurarse de que llegarían a las manos indicadas si ella moría. Al finalizar la guerra, Irena misma los desenterró y le entregó las notas al doctor Adolfo Berman, el primer presidente del Comité de salvamento de los judíos sobrevivientes. Lamentablemente la mayor parte de las familias de los niños había muerto en los campos de concentración nazis. En un principio los chicos que no tenían una familia adoptiva fueron cuidados en diferentes orfanatos y poco a poco se los envió a Palestina.

Los niños sólo conocían a Irena por su nombre clave "Jolanta". Pero años más tarde, cuando su foto salió en un periódico luego de ser premiada por sus acciones humanitarias durante la guerra, un hombre la llamó por teléfono y le dijo: "Recuerdo su cara, usted es quien me sacó del Gueto." Y así comenzó a recibir muchos llamadas y reconocimientos.

En 1965 la organización Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel.

En noviembre de 2003 el presidente de la República, Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia: la Orden del Águila Blanca. Irena fue acompañada por sus familiares y por Elzbieta Ficowska, una de las niñas salvadas, "la niña de la cuchara de plata".

En el año 2007 el gobierno de Polonia la presentó como candidata para el premio Nobel de la Paz. Esta iniciativa fue del Presidente Lech Kaczynski y contó con el apoyo oficial del Estado de Israel —a través de su primer ministro, Ehud Ólmert— y de la Organización de Supervivientes del Holocausto residentes en Israel. Las autoridades de Oświęcim (Auschwitz en alemán) expresaron su apoyo a esta candidatura, ya que consideraron que Irena Sendler fue uno de los últimos héroes vivos de su generación, y que demostró una fuerza, una convicción y un valor extraordinarios frente a un mal de una naturaleza extraordinaria. Finalmente el galardón fue concedido al ex vicepresidente de los EE. UU., Al Gore.


Después de ver este video uno se cuestiona ¡hasta dónde puede llegar el hombre, Dios mío! 
Irena falleció en Varsovia (Polonia), el 12 de mayo de 2008 a los 98 años de edad.
Fue candidata al Premio Nobel de la Paz en 2007, aunque finalmente no resultó elegida.


Señores, ¿y aún soñamos con un mundo justo?

 

domingo, 7 de febrero de 2010

Los "exabruptos" políticos de Reverte

La vicepresidenta del Congreso,  la socialista Teresa Cunillera, que ocupa la vicepresidencia del Congreso de los Diputados, ha dedicado una airada carta "al Director" a Arturo Pérez Reverte, indignada con Pérez-Reverte por un texto muy crítico con los parlamentarios. Cunillera le pide "más reflexión" y "menos exabruptos".

Conozcámos lo que dijo Arturo Pérez Reverte en ese "irreflexivo" texto:

" Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada.

Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto.

Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable.

Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento.

Lo sabe cualquiera que se fije, que lea y mire.

Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos. "